Si yo fuera R. H. Moreno Durán le hubiera puesto a mi libro de cuentos un título más pestífero, como El olor de tus depravaciones. Pero es normal que una editorial prestigiosa como Alfaguara no permita que el rótulo escogido por uno de sus autores aluda a la flema genital que le da al buen sexo el olor que todos conocemos: pescado seco + axila de orangután + olor a culo.
Eso está bien decirlo, aunque sea una vez. El sexo debería dar asco, pero en cambio nos la pone dura y nos hace enamorar de la crica más joven y menos hirsuta. Pero no hay problema. Los seres humanos somos asquerosos por naturaleza. El sexo es un asco. La vida es un asco, y aun así todos somos felices viviendo y copulando et alia.
Pero en El humor de la melancolía el autor no cree que el sexo sea un asco. La vida es un asco, pero el sexo no lo es. El sexo, por lo contrario, lo es todo y por eso se convierte en el impás de cada una de sus historias, aunque impás no sea el término que buscaba, a menos que me esté refiriendo a un anti- cuento como los de Stanislaus Bhor. Para corregirme, el intríngulis de los cuentos de Moreno Durán es el SEXO; el SEXO y el AMOR; el SEXO más el PORNO más AMOR. Una combinación letal, adornada con el humor fino de un erotómano experimentado.
Pero no se puede reducir la calidad literaria de un libro a la cantidad de pajas que nos hacemos mientras lo leemos ¿o sí?
No, no se puede. Las pajas no cuentan. Lo que cuenta es la destreza del narrador intradiegético para convertir un coito y las circunstancias que lo rodean en un albur (sic) lleno de elegancia, con línea narrativa incluida. Eso son los cuentos de Moreno Durán. Eso es El humor de la melancolía, un producto del diletantismo y la depravación, made in Colombia. Un rito de inteligencia sicalíptica. Un sueño con Wendy Guerra haciéndonos el pollo asado (a ver quién sabe cómo se hace el pollo asado) mientras recita la Divina Comedia y nos instruye y nos hace sabios.
(Nota: Podría ser cualquier mujer. Todas guardan una sabiduria secreta en el coño y el espíritu, como afirma la Pinkola.)
El problema es que, usualmente, los escritores como Moreno Durán no constituyen un plato fuerte para las editoriales. Las editoriales son como chulos o proxenetas que aceptan en el negocio únicamente a escritores con buenas oportunidades de ser vendidos, y un escritor vendible es un escritor con buena imagen, fácil de digerir, que se deja follar por el lector sin interrogarlo, sin cuestionarlo ni darle un golpe en la cara, y que luego es desechado como basura. R. H. es algo distinto. R. H. es la puta experimentada que no se lo da a cualquiera, pero que es tan buena en lo que hace que ni los prostíbulos más visiados (Alfaguara, Planeta, etc) le pueden negar una licencia de trabajo para que folle en sus casas.
¿Te gustó mi analogía, bitch?
El humor de la melancolía es un libro condenable, y por eso es bueno. Todo libro que contenga las palabras ano glande y boca en su justa proporción es condenable, y vale la pena leerlo.
lunes, 19 de julio de 2010
El humor de la melancolía, de R. H. Moreno Durán
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