martes, 18 de mayo de 2010

el indulto de un violador



La belleza candorosa de una impúber es la némesis de Roman Polanski. La sinécdoque de un anfiteatro poblado por sátiros incautos e impulsivos es un plano completo de Roman Polanski. La celda más apetecida por todos los presidiarios del mundo es el chalet suizo de Roman Polanski. La simiente que le extrajeron de la vagina a Samantha Geimer en 1977 provenía, definitivamente, del escroto de Roman Polanski.

Todos los hombres tenemos a un pequeño Polanski en el centro de los cojones, y en el caso de que el lector inhábil no sepa de lo que le estoy hablando, haré una reconstrucción de los hechos para la fortuna del pobre mequetrefe.

La hazaña tuvo lugar en la residencia del actor Jack Nicholson, en donde el director de cine franco-polaco accedió carnalmente a la joven Samantha Geimer, de 13 años de edad. El cineasta conoció a Geimer en una fiesta informal, en donde ésta respondió a las insinuaciones del acusado de forma “ambigua” y le acompañó en un viaje por carretera hasta una mansión ubicada en la Mulholland Drive de Los Ángeles. En la escena del estupro se encontraron varias botellas vacías de licor y una cámara fotográfica. Los padres de la víctima entablaron una demanda contra el director, quien fue recluido durante 42 días en una prisión estatal con el fin de que le fueran practicados los exámenes psiquiátricos correspondientes. Tras ser puesto en libertad condicional, Polanski huyó hacia Europa y se refugió en Francia. Algunos años después, Samantha Geimer retiró su demanda. Sin embargo, la justicia estadounidense consideró que la afectada no estaba en la habilidad de dictar el curso de un caso criminal, ni de examinar las pruebas que se presentaron en la acusación. Por este motivo, Polanski fue detenido hace siete meses en el aeropuerto de Zúrich, en Suiza, cuando se disponía a recibir un premio en homenaje por el conjunto de su obra, y ahora espera su extradición hacia una prisión del estado de California.

Resta decir que este correo pondrá en guardia a todo el gremio feminista de la capital departamental más mafiosa de noroccidente colombiano. Su iconoclastia fálica casi siempre las pone en contra de cualquier numen de burro garañón, como la que me inspira a mí para escribir.

Pero aun así, mis señoras, voy a fungir como abogado del diablo, para que me puedan insultar.

El primer argumento en defensa del viudo de la sabrosísima Sharon Tate (la hipérbole es para escaldar los ánimos) es que ninguna ley moral puede detener a un artista cuando ante sus ojos encuentra un objeto digno de su interés, porque el sentido de su vida está basado en la búsqueda de la belleza, y sólo un idiota tendría por prioridad su civismo puro ante la posibilidad de la hermosura. El segundo argumento consiste en que el artista no sólo posee la capacidad de crear la belleza, sino de contemplarla, y en el caso de una doncella en la cumbre de su esplendor, de convencerla para tupirle al miriñaque sin tener que llegar al acto sucio de la violación. El tercer argumento es el siguiente: no todas las niñas de 13 años son beatas respetables. Lo digo yo, que me he enterado de los casos más escandalosos de precocidad infantil que han tenido lugar en mi pueblo mugriento.

Por otro lado, ya que soy de la de Antioquia, y es ésta una de las pocas universidades públicas con la anuencia del Ministerio de Educación para formar guiñapos del new journalism oficial, podríamos practicar un ejercicio de equilibrio periodístico.

Todo sea por la imparcialidad.

Gracias a la imaginación y a la mano de la literatura, estableceremos un punto de comparación que nos ayudará a cubrirnos con el manto de la esquiva objetividad.

Esta es la situación: un niño de trece años es llevado en auto hasta una mansión opulenta. Su protectora es una actriz francesa de apellido Binoche. En la residencia, su anfitriona le propone entrar con ella en el jacuzzi. Se desnudan, se besan y protagonizan una escena de nanofilia procaz. ¿Qué cosa podría hacer un zagal además de sentirse agradecido si Juliette Binoche lo hubiera violado en los inicios de su pubertad? ¿Y si hubiera sido Wendy Guerra? ¿O si en lugar de una diva de nuestra época hubiera sido, gracias al milagro de la criogenia, Catherine Deneuve o la incontinente Lulú de la Caja de Pandora?

No nos vayamos a los extremos: sexo con menores de edad no siempre significa que hubo una violación. La senadora Gilma Jimenez dice que sí, pero es porque ella nunca folló antes de los 35.

¡Baise moi!

miércoles, 12 de mayo de 2010

sangre de perro

Desperté con la verga erecta y bruñida por las secreciones nocturnas de esmegma. Desde hace cuatro meses mi lubricidad de filósofo cachondo es lo único que no ha trastocado la marihuana. 20 % de filósofo y 80 % de cachondo, para ser preciso. Decidí dejar la universidad por tercera vez para escribir una novela, pero la vida es extraña, y en el ínterin que queda entre mi decisión de abandonar el estudio académico y el momento de su inevitable continuación no he podido hacer otra cosa más que mantener la calma. Mientras tanto, leo todo lo que puedo. En otro tiempo llevé una lista de escritores suicidas en mi cartera. Cuando me entusiasmo con un libro (caso, por ejemplo, de El pudor del pornógrafo, de Alan Pauls) nunca he podido evitar escarbar en los recovecos más oscuros de la vida de su autor. La razón: el morbo, pero también la necesidad de comparar la vidorria de un bastardo anónimo como yo con la vida de un bastardo que se hiso famoso gracias a su obra. Caso en particular: Kafka, el más claro de todos. Pero también Hemingway y Bolaño. Entonces la tarea es leer los libros que ellos leyeron y practicar los vicios que los mataron. Adoptar los horarios en que se sentaban a trabajar, masturbarse con la misma asiduidad de su eminentísima lujuria y hasta dejar de lado cualquier tipo de labor que nos pueda significar un buen fajo de billetes para ganar lo mismo que ellos alcanzaron, que no es mucho. A lo más, una mujer. Y una que los quiere por lo que hacen (o lo que son capaces de hacer) y no por lo que son. Eso explica por qué un retaco como Salman Rushdie consiguió a sus cinco esposas negras. O cómo una fémina de 17 años accedió a recibir entre sus piernas el miembro octogenario de Bukowski. O la razón por la cual todas las hijas de la generación del expresionismo abstracto satisficieron a Pollock mejor que a un dictador poderoso. Pero ésta no es la conclusión de una línea de razonamiento vulgar, sino ínfimamente realista. El arte santifica a su autor con el sexo. Ipso facto.

Claro que el hecho de morir y dejar obra no es indispensable para hacerse santo, y si lo es entonces nuestra canonización no pasa de ser una distinción inútil. Si algo elimina la muerte es la carne, y la carne es lo que más nos interesa en este blog. Mejor es buscar la gloria por obra y gracia de la Divina Providencia, y eso sólo se consigue manteniendo una buena relación con Dios y con el diablo, que son lo mismo. Eso lo aprendí hace una semana, cuando encontré El conde demediado de Ítalo Calvino en uno de los anaqueles sucios de la única biblioteca a la que tengo acceso y lo devoré en una mañana. Ese mismo día me crucé con un amigo, con el que entablamos una conversación acerca del tipo de mujer que haría menos miserable la vida de un artista. Yo le dije que, fuera cual fuera, debía ser menor de 15 años. Él me respondió que esa era una ventaja, pero que estaba lejos de convertirse en prioridad. Entonces le dije que debía ser una dama cuando esté vestida y una meretriz cuando está empelota, pero él me alegó lo mismo. Finalmente, mi amigo me dijo que lo único indispensable en una mujer dispuesta a convertirse en la novia de un artista es que tenga las manos pequeñas. ¿Para qué?, pregunté yo. Para que nuestra verga parezca más grande, respondió él. Y desde ese momento ambos nos dedicamos a buscar mujeres con manos de muñeca china en internet.

Escudriñando por ahí me encontré con ésta, ideal para un fauno como mi amigo:



O ésta:



O ésta otra:



Mi amigo, a quien voy a llamar X, tiene sangre de perro en las venas. Ésa es la razón por la cual nos entendemos tan bien. El día en que lo conocí, la más rijosa de mis nueve hermanas había comenzado a trabajar como secretaria en una bodega de café y cacao, y X intentaba avasallarla. Pero no voy a entrar en detalles sicalípticos. El hecho es que mi fracaso literario no ha sido menos hilarante para mi amigo que su búsqueda de sexo con niñas, ya que al final, me dice, lo único que nos queda es el buen humor y un poco de talento para saber contar con finura nuestros peores fiascos.

En consecuencia, mis queridos y sufrientes lectores, hoy comienza una nueva temporada de insultos en la web. Espero que el tufo político que por estos días despiden las bocas de los candidatos a la presidencia no desaliñe mi escritura. El porno corre por cuenta de la casa.

Aram.

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