domingo, 5 de diciembre de 2010

El oficio más bonito del mundo



Lo realmente bueno de éste invierno es que unos pocos elegidos hemos podido recuperar la buena salud. Ya no hay tanta bilis, ni dispepsia, ni furia por culpa de la sentina de basura que Sardanápalo quería esconder con un tercer mandato presidencial. La lluvia logró hacernos creer que estamos en Venecia o en Holanda, o en cualquier lugar más tranquilo y saludable que ésta república bananera, en donde se debe tomar la decisión de no escribir sobre política si se quiere conservar el buen funcionamiento del sistema digestivo.

Yo no escribo sobre política porque no es posible hacerlo sin correr el riesgo de dictar una cátedra. No importa cuántos argumentos inteligibles se utilicen en un discurso, todo adoctrinamiento implica un poco de idiotez del que escucha y algo de perspicacia del que habla, y a mí no me importa convencer a los mentecatos de ésta universidad ni mucho menos prohibirles que crean en algo para que no se suiciden. Si alguna vez denuncié la corrupción del gobierno de Sardanápalo fue en un momento de debilidad, como cuando los pecadores se sienten culpables y buscan a Dios. Buscamos un ideal o algo en que creer cuando nos sentimos miserables, y como la mayoría de los periodistas son unos miserables, entonces se dedican a creer en el hecho de que pueden arreglar el mundo por medio de su trabajo, del servicio social, de la investigación. Ellos creen en la justicia, en las convicciones éticas, en el paradigma de la redención, y si alguien les dice que nada de eso existe se vuelven locos como changos y les da por culearse entre todos.

Yo no los puedo culpar. También yo pensé así antes de convertirme en un hombre perfecto, y también me volví loco y me dieron ganas de culear cuando descubrí la verdad. Lo que sucede es que a veces me siento solo y me dan ganas de tener una charla lúcida con alguno de mis colegas, pero ninguno de ellos duda de su apostolado. Cambiarles la forma de pensar es una sandez y una pérdida de tiempo, pero a veces quisiera que reaccionaran para dejar de ser un pobre genio incomprendido. Un erudito. Un sabio insomne. Alguien que no puede dormir porque no tiene eso que llaman “tranquilidad de consciencia”, ni cree en nada. Un agnóstico.

(La única verdad es que no existe una verdad JIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJIJI)

Lo irónico es cuando los periodistas se sienten en la autoridad moral para repudiar las acciones que van en contra de la ley. Juzgarse mejor que alguien porque se es más bueno que él es el error moral más popular del cristianismo. Y ahora ni siquiera es un error de índole moral, sino de carácter cívico. La moralidad y el civismo impiden el desarrollo de la inteligencia humana. Los periodistas no sólo creen en Dios, en la lucha contra la injusticia (y con eso ya se sienten totalmente seguros de sí); también creen en la obediencia del ciudadano y en las leyes de la república democrática. La ley es su doctrina fundamental. El periodismo colombiano sufre de un exceso de buena fe en la ley, de amor hacia la legislación y la democracia representativa.

En realidad, los reporteros del mañana están sujetos a demasiadas cosas para hacer un periodismo serio. No yo, por supuesto, que decidí crear el género del Periodismo Delincuencial. Estoy convencido de que el problema de las estudiantes del oficio más bonito del mundo es que le han estado apuntando al ideal que no es. Le han estado apuntando a la Justicia, cuando la idea es hacer todo lo contrario: defender la injusticia, amparar a los poderosos. No hay mejor forma de llenar de rabia a una masa de hombres y mujeres sin cerebro que haciéndoles creer que no existe la posibilidad de ecuanimidad en éste país. Así estallan las revoluciones, las revueltas, las subversiones. Hoy día ya no se puede trasgredir casi nada.

Post – scriptum: me impacienta que revistas serias como Semana no se hayan dado cuenta de mi punto de vista, a pesar de haberle enviado múltiples misivas a su director, y hoy vengan a publicar un artículo tan injusto contra los Nule y el ex congresista Germen Olano.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

cínico e insolente.... excelente (supongo, siempre supongo)

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