lunes, 25 de octubre de 2010

Sin novedad en el frente, de Erich María Remarque



¿Cuánto vale la vida de un hombre insignificante en medio de una matanza de 31 millones de personas? ¿Cuánto cuesta luchar por una causa ajena a nuestra propia causa? ¿Cuántas vidas se deben perder para que dos coaliciones políticas y militares en guerra reconozcan su derrota o su triunfo pírrico? Las respuestas que usted muy seguramente es incapaz de imaginar las escribió un soldado alemán que luchó junto a Hitler en la matanza más sangrienta de toda Europa. Antes de Auschwitz. Antes del conflicto del Golfo Pérsico. Antes del fin de la Antigua Yugoslavia. Antes de toda la bazofia bélica de los últimos 90 años, Erich María Remarque luchó en la Primera Guerra Mundial y fue blanco de los soldados ingleses y de los estadounidenses y de los franceses, y vivió para contarlo.

Por eso, las gracias. Otro santo de mi devoción.

Y Hitler combatió junto a él, aunque ambos siguieron rumbos perpendicularmente distintos. Uno se hiso dios de los nacionalistas germanos por doce años. El otro se hiso escritor. Uno alcanzó a controlar medio continente y se convirtió en el ejemplo a seguir para todos los dictadores latinoamericanos. El otro huyó de su país y se hiso amante de una de las mujeres más deseadas de Hollywood, la sicalíptica y rijosa Paulette Goddard, la muñeca de porcelana más fina después de Greta Garbo y Marlene Dietrich en sus mejores épocas.

Añado que ambos son hombres de admirar, porque los dos, Hitler y Erich María Remarque, fueron genios. Hitler tenía un genio macabro, un genio reprobable que rechaza toda la sociedad, pero fue un genio después de todo. Nadie puede negar que no se tiene que ser un tipo lúcido para convertir a los alemanes en autómatas racistas de mierda, ni que no se debe tener LA sagacidad suficienTe para convertir a Alemania en una verdadera amenaza mundial.

¿Pero de qué me sirve explicarme frente a usted, mi querido y negligente lector? Mi orgullo y mi dignidad me indican que una persona como yo debería lanzar sus opiniones sin impotarle lo que piense un tarugo mediocre como usted. Decir, pues: HITLER FUe UN GENIO, y permitir que usted se escandaliza y que me acuse por hacerle apología al crimen de un genocida...

Y Erich María Remarque también fue un genio. No sólo por lo que escribió, que ya es suficiente mérito, sino por las mujeres que se llevó a la cama, que también es algo de admirar, aunque eso no venga al caso. En este blog tenemos como prioridad los atributos literarios de todos los autores de los que hablamos. Por tanto, la actividad sexual quedará al margen por lo que reste de ésta humilde columnita de opinión.

¿Por qué debemos leer a Remarque? Por lo mismo que debemos leer a Céline, pero ya que estoy seguro de que nadie sabe por qué razón hay que leer a Céline lo diré de una buena vez: porque tanto el autor de Sin novedad en el frente como Céline tuvieron la suficiente lucidez para aprovechar su suerte, ya que sólo por medio de la suerte se habría podido salir con vida de una matanza como la que ambos presenciaron. La Gran Guerra. El uno combatiendo desde el frente alemán y el otro desde el francés.

Este azar es lo que nos hace indiferentes. Hace unos meses estaba en un refugio subterráneo, jugando a las cartas; al cabo de un rato me levanté y fui a visitar a unos amigos, en otro refugio. Cuando volví, del primero no quedaba nada; lo había destrozado un obús de gran calibre. Regresé de nuevo al segundo refugio y llegué tan sólo a tiempo de ayudar a desenterrarlo. En el intervalo lo había hundido una explosión. Tanto puede ser herido por azar como por azar conservar la vida. En un refugio hecho a prueba de bombas puedo quedar destrozado y, en campo raso, puedo permanecer 10 horas seguidas bajo el fuego graneado sin que me produzca ni un simple rasguño. No es sino por simple azar que el soldado conserva la vida, y cada soldado cree y confía en el azar.

(Pag. 54 de Sin novedad en el frente.)

¿No crees en el azar, matriovska? Más te vale que sí, porque todo el poder que crees tener sobre tu vida se puede apagar en un accidente de tránsito o por medio de una bala perdida.

Lee a Borges y a Auster. Lee a Céline. Pero primero lee a Remarque.

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