sábado, 12 de diciembre de 2009

El negocio que nos sacará de la miseria



Tengo un primo que se llama Rabo Karabekian y es tuerto. Tiene 64 años. Vive en Puerto Asís. Algunos de ustedes se preguntaran cómo un estudiante de periodismo de esta universidad de la desilusión puede tener un primo que le triplica la edad. Bueno, la respuesta es simple. Mi abuelo tuvo a mi padre a los 56 años; 39 años antes había tenido a mi tío; es decir, el padre de Rabo. Yo nunca conocí a mi abuelo, pero mi padre me contaba, antes de morir de cirrosis etílica, que él y mi abuela se conocieron trabajando para un cauchero. ¿Os habéis leído alguna vez El libro rojo del Putumayo? Pues este libro, según sé, lo escribió mi abuelo después de huir de la hacienda del cauchero con mi abuela, en sesiones de tres horas durante cada noche hasta que cumplió los 43 años, la edad de Jesucristo.

Digo la edad de Jesucristo si los filisteos lo hubieran dejado vivir diez años más. Es cuestión de menospreciar un poco la historia oficial ¡nada más! Mi padre me tuvo a mí a los 45 años, cuando se casó con mi madre, una profesora de escuela. Tengo tres hermanos, pero todos viven lejos y no los he vuelto a ver. Rabo creció con el apellido de su madre, ya que mi tío, un beodo de las grandes ligas, nunca se preocupó por su crianza ni por la manutención de su familia. Mis hermanos conocen mejor a Rabo que yo, pero, en mi caso, esa es una ventaja; o sea, en el caso de un escritor (¡O al menos en el de alguien que quiere serlo!), ya que lo poco que sé de él me ha llegado de oídas, como cartas enfrascadas en una botella, y en ese caso me he permitido fantasear un poco con su vida y con su imagen.

Rabo Karabekian se casó cinco veces, pero nunca tuvo hijos. Perdió su ojo a los 17 años por un disparo que le atravesó la pared derecha del cráneo y salió por una de sus cuencas, desparramando su pequeño óvalo azul por el suelo. El libro que escribió mi abuelo fue publicado 30 años después de que él muriera, bajo un seudónimo que creo que todos conocen, y las gestiones fueron hechas por mi tío Zorab, el padre de Rabo. En realidad, lo único que quería el padre de Rabo era tener una entrada para poder gastar en las garitas de juego, y lo hiso todo de forma que mi padre, el buen Takoohi Garoglanián, no se diera cuenta de nada para no compartir sus regalías con él. El libro fue publicado en Londres, traducido al inglés. Nadie en Colombia habría publicado un libro así hace 40 años. Ahora Rabo es quien tiene los derechos del libro por vínculo sanguíneo con el único heredero, y mi padre murió sin saber de dónde provenía la fortuna de su sobrino.

Mis hermanos y yo nunca hemos buscado a Rabo para pedirle nuestra parte del dinero. Cuando murió mi padre, Rabo nos buscó en su sepelio y decidió pagarnos la universidad a todos, enviándonos cada mes lo mínimo indispensable para vivir. Creo que es un buen hombre, y piensa que no se le debe dar demasiado dinero a alguien que no está acostumbrado a manejarlo, y creo que hace bien. Ahora parece que han encontrado un yacimiento de coltan en una de sus propiedades. Yo no sabía lo que era el coltan hasta que mis hermanos me lo explicaron en una carta. Rabo quiere que terminemos de estudiar y nos vayamos para Putumayo a vivir con él. Parece que el coltan es un mineral oscuro que a primera vista parece un pedazo de carbón fosilizado, pero que cuesta mucho en el mercado internacional, ya que con él hacen todos los aparatos electrónicos con los que se comunica la gente ahora.

Mis hermanos me dijeron que dentro de poco el coltan valdrá mucho más que el oro y los diamantes, pero muy pocos saben eso, así que, por una eventualidad de este siglo, todos los Garoglanián pasaremos de ser unos pobres muertos de hambre a reyes de todo un país.

Estoy hablando de Colombia, por supuesto. Rabo ya sabe lo que debemos hacer con el dinero; vamos a comprar a todo el congreso, incluido a nuestro querido mandatario Sardanápalo, para que impidan la entrada de compañías extranjeras a suelo nacional, y de esta manera podamos explotar todo el coltan nosotros mismos (o sea, nosotros cuatro) a cambio de una pequeña propina para nuestros amigos del Palacio de Justicia y la Nariño´s house. También parece que encontraron yacimientos en Guainía y en Vaupés, pero lo que es Rabo Karabekian, ya los tiene en la mira.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

todo este tiempo leyéndote y no me había dado cuenta que eras un magnate en potencia...

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