Cuando tenía nueve años mi padre entró en mi cuarto y dijo: «la humanidad da asco».
-¿Qué cosa? –pregunté yo.
-Que todos los hombres dan asco, incluyendo a tu madre, a tus hermanos y a ti y a mí.
Ese día, mientras veía la televisión, mi padre se había enterado de que el general Harold Bedoya se lanzaría como candidato presidencial para las segundas elecciones de la década de los 90. Cuando vio la noticia, lo único que pudo hacer Takoohi fue buscar a la única persona que se encontraba con él en la casa y decirle: «la humanidad da asco. Moriré tranquilo si aprendes para siempre esa lección. Todos los hombres dan asco, incluyendo a tu madre, a tus hermanos y a ti y a mí».
Quince años después, cuando murió mi padre, mis hermanos y yo decidimos utilizar aquella frase para grabarla en su lápida:
AQUÍ LLACE TAKOOHI GAROGLANIÁN,
CUYAS ÚLTIMAS PALABRAS FUERON:
«LA HUMANIDAD DA ASCO»
1957 – 2009
En realidad, lo último que dijo mi padre fue que tenía mucha sed, pero entonces no podíamos darle ni un sólo vaso con agua. Hablo en plural porque todos los Garoglanián estábamos presentes en aquel momento. Los líquidos de la vejiga del buen Takoohi le habían hinchado tanto el estómago que parecía que en cualquier momento fuera a estallar y a lavar la habitación entera. Como nadie le llevó nada de tomar, mi padre comenzó a salirse de control y a lanzarnos injurias, hasta que finalmente, con su gancho izquierdo, me dio una trompada que me sacó sangre por la nariz.
Hoy día tengo una nariz de boxeador apaleado. Además, creo saber lo suficiente de la vida para reafirmar que la humanidad, efectivamente, da asco, incluyéndome a mí y a mis hermanos, y para comprobároslo os voy a contar otra historia.
Nadie sabe con exactitud cuan infames pueden ser los hombres. Imaginaos un país mucho más corrupto y vandálico que Colombia, con más paramilitares y menor presencia del Estado. ¿Menuda exageración? Pues según la última carta que recibí de Jessy, Xavier y Camile Garoglanián, no. Existen esos sitios, aunque parezcan salidos del hoyo más oscuro de occidente. Si os dijera que empresas como Nokia, Ericcson, Sony, Bayer, Intel, Motorola, HP, Hitachi e IBM son responsables del peor genocidio conocido hasta hoy en el mundo entero desde las masacres de Ruanda en el 94 ¿qué os parecería?
Creedme, la humanidad da asco.
La historia que os voy a contar comienza, por tanto, en un país detestable que no es el nuestro. En ese sitio existen hombres ricos con mentalidad de pobres y pobres con mentalidad de miserables, como aquí. Un día los paramilitares de ese país descubrieron que podían financiar el terrorismo y la guerra por medio de un mineral, así que empezaron a comprar grandes cantidades de cascajo por un precio de hambre para revenderlo mucho más caro en el mercado internacional. Quienes trabajaban en los yacimientos del mineral eran niños y hombres de mediana estatura. En lo que respecta a las mujeres, su único oficio consistía en permitir ser violadas y mutiladas por la milicia paraestatal.
¿Alguna vez habéis comido gorila o elefante? Os voy a compartir un dato interesante. En 1856, tras su viaje por el oriente, Gustave Flaubert recibió del chef de los Reyes de Prusia una receta para cocinar las patas de un gorila a la moscovita. Hay que comprar las patas peladas. Lavarlas, salarlas y dejarlas en adobo durante tres días. Cocer en una cacerola con tocino y verdura durante siete u ocho horas; escurrirlas, secarlas, espolvorearlas con pimienta y engrasarlas con manteca derretida. Rebosarlas luego con miga de pan y ponerlas durante una hora a la parrilla. Servirla con salsa picante y dos cucharadas de jalea de grosella.
-Lo mismo se podría hacer con las piernas de un hombre –dijo mi primo Rabo en cuanto le enseñé la receta.
Yo estoy seguro de que sí, aunque ninguno de los dos tendría las agallas para servirse una rebanada de anca.
Pero aun no he terminado con mi historia. Imaginaos que en aquel país detestable las cosas se pusieron tan mal que las personas comenzaron a cazar gorilas y elefantes para alimentarse. Os lo digo en serio. Con rifles ingleses y escopetas de origen americano derribaban cualquier blanco a la redonda. Un sólo elefante previamente abaleado, descuartizado y pelado hasta los huesos podía alimentar a 65 familias en una semana, lo cual constituía un lapso relativamente largo en un lugar en donde la vida cuesta tan poco o se entrega a cambio de nada.
Ahora, también debéis saber que el mineral que se extraía del subsuelo de aquel país se llama coltan y que tanto las empresas multinacionales como los gobiernos adscritos a la mesa de la ONU lo necesitan para crear, por un lado, los artefactos de comunicación que se venden por todo el mundo y, por el otro, cohetes espaciales mucho más poderosos y misiles inteligentes. ¿Ya vais ordenando las fichas? Nuestra época también está cargada de paradojas infames. ¿A que no sabéis, por ejemplo, quien compra los celulares y las computadoras que se crean con el mismo coltan que las multinacionales compran de forma ilegal a paramilitares sanguinarios? Os lo dejo de ese tamaño para que lo penséis con calma, pero arrimaré una pista: es el único animal que copula de frente y no sólo por detrás.
El final del cuento consiste en lo siguiente: después de extraer todo el coltan y no dejar ni un solo niño vivo ni una mujer virgen e intacta, las empresas descubren que existen pequeños yacimientos en Venezuela, Brasil y Colombia. ¿Alguno de ustedes se ha preguntado por qué el general Hugo Chávez militarizó sus fronteras con nuestro país? Saquen sus propias conclusiones; de todos modos el mundo se va a acabar este 31de diciembre a las doce de la noche.
Fin.