martes, 22 de noviembre de 2011

el método Tomás Bretoni



Conozco un hombre que debería estar muerto, o al menos moribundo, y es Tomás Bretoni. Pocos habrán escuchado hablar de él. No se le conoce más que por dos libros secuenciales en su argumento: Los tigres salvajes, que habla de la soledad de los hombres en ésta época en la que todo el mundo está irremediablemente solo, y La barca, que habla de la compañía, pero no solo de la compañía, sino de la forma en que la compañía se convierte a veces en una trampa o tabla de salvación en medio del caos para no seguir buscando nada. La barca también habla sobre la inocencia y la ternura y el amor, pero sobre todo del parasitismo emocional, camuflado o perfeccionado hasta el punto de parecer más bien tolerancia doméstica y respeto común. Sin embargo, tanto la soledad como el amor son dos fuerzas infalibles, y éso no corresponde a un secreto. Pero hay algo más: el hombre (en este caso, yo o Bretoni o cualquier otro) no tiene derecho a escoger sobre nada que tenga que ver con el afecto, ni con la falta de compañía. Escogemos sobre qué calle tomar para ir a que nos maten en alguna plaza de Medellín, escogemos sobre las marcas de licor o de cigarrillo que compramos, escogemos sobre la ropa que nos ponemos cada día, pero nunca podremos escoger ser felices o desdichados. Se nace triste y solitario, y a la vez se está condenado a una lucidez que es peor que la peste, o bien se nace bajo la buena estrella y entonces se es más feliz que un perro hambriento en una carnicería. Lo único que importa, piensa Bretoni, o pienso yo que piensa Bretoni después de haber leído su biografía, es permanecer despiertos, y vivir nuestra vida hasta llegar hasta el fondo de todo, como cuando se cae en un abismo y ya no se sabe cuánto tiempo habrá de transcurrir antes de que nos encontremos con el reflejo de la muerte. Esa es la única salida, o el remedio infalible: un pequeño encuentro con la muerte, un juego de salón en el que la dama huesuda nos diga que al final, sin importar lo que hagamos, ella siempre será la ganadora, y estaremos curados de la idiotez de la dicha abotagada y de la obcecación de la miseria. Bretoni debió morir muchas veces para poder escribir sus novelas, debió haber sido muy valiente o muy tonto… aunque esencialmente valiente…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Despues de leer esto, dan ganas de conocer la obra de Tomas Bretoni,no sea que la parca venga antes

Newer Posts Older Posts