miércoles, 15 de septiembre de 2010

Sagan Vs el feminismo



Las feministas tienen cara de lesbianas. Las feministas son un grupo de perras que se huelen el culo entre ellas y rechazan el embarazo. Las feministas son unas tarugas que confunden la dignificación de la mujer con la usurpación de los roles sexuales. Cuando una feminista piensa en su vagina la ve como un pene hacia dentro, un pene sin cojones, y ninguna se queja porque se subestime su fuerza y su agudeza mental, sino porque no tienen un lugar en los salones para hombres ni en sus burocracias. Su lucha se basa en la consigna del resentimiento contra todo lo que pueda significar debilidad de género. La delicadeza, la vanidad, la sensiblería de las mujeres que esperan a su hombre en el tálamo es para ellas un tumor maligno que nace en la familia y se desarrolla en la sociedad. ¡La culpa es de la cultura! El poder masculino es injustificado, porque se basa en su fuerza bruta, en su hombría, en el tamaño de la verga. No en su espíritu, y cuando una damisela tiene un espíritu poderoso eso quiere decir que puede hacer cualquier cosa: descargar bultos de plátano, orinar de pié, matar gente desde una trinchera e incluso aspirar a la emancipación de más hembras para crear un boicot contra el yugo del glande.

JAJAJAJA…

Zorras.

La fémina debe renunciar a su feminidad para que las lesbianas feministas del feminoide club la acepten fementidamente. ¿Te gustó mi poliptoton, princesa? ¿No? Pero si ni siquiera sabes lo que es un poliptoton. Mejor súbete la falda y déjame eyacular poesía dentro de tu coño… Así es, hermosura, el sometimiento también hace parte de la feminidad, como la sabiduría y los secretos, como los desinfectantes para la vulva y los hechizos de magia blanca. ¿Por qué renunciar al legado que a las abuelas europeas les costó tanto atesorar? ¿Por qué renunciar al poder que tienen en la cama las esposas de los generales y los emperadores? Si Lorca hubiera nacido mujer ningún franquista le habría disparado en las costillas y sería él quien desvirgara a Dalí antes que Gala la golfa. Si yo fuera mujer sería multiorgásmica y recibiría un amante distinto cada noche de luna, porque ser mujer tiene sus ventajas: toda la poesía amorosa que se ha escrito hasta el día de hoy, por ejemplo, se ha dedicado a su altar de Venus, a su templo del sacrificio, al fruto jugoso de su chimba, mientras que ninguna poetisa a escrito jamás una oda al bálano de su amante o al escroto peludo del adolescente en flor.

¿Algún reproche de las mininas?

Claro que por más ventajas que tengáis ninguna llegará a tener mi inteligencia sobrenatural ni mi talento para la culinaria

Por otra parte, las heroínas de las feministas nunca quisieron usurpar el papel que desempeña el macho de la especie. Podían ser lesbianas, podían ser drogadictas, podían ser las matronas más desgraciadas de cuantos seres tuvieran un par de Trompas de Falopio junto a los riñones, pero ninguna aspiró a otra cosa que no fuera el amor de uno o varios sementales. Frida Kahlo es una santa. Lucha Reyes es una leyenda. Janis Joplin es un ángel caído y Simón de Beuvoir una semidiosa.

Todo esto para hablar de una sola diva del hembrerío: Françoise Sagan.

Lo primero que voy a escribir es que Sagan lo tenía todo para convertirse en heroína: triunfó en un mundo de hombres cuando apenas tenía 18 años, se acostó con damiselas y caballeros por igual, se hiso narcodependiente a los 33, protagonizó escándalos y se murió en la miseria. Si el índice de lectura en este país fuera un poco más alto Sagan tendría un club de admiradoras en Facebook y las niñas con edad de querer follar leerían sus novelas con fruición y desparpajo. Sagan consiguió lo que pocos escritores con su primer libro: hacerse con la respeto de todos los lectores galeses de su generación. Un éxito precoz y dañino para algunos que sí tuvieron que trabajar por su prestigio, pero un talento que no podía pasar desapercibido para otros, que después de leer las 140 páginas de “Buenos días, tristeza” (narradas por una adolescente que yo siempre me imaginé como mi vecina de 14 años, pero que al final tuve que reemplazar por la cara de Jean Seberg en celuloide) declararon al pequeño monstruo de las letras francesas como una integrante más en el hall de la fama, junto con Sartre (que se la comió en su apartamento del rue Le Regrattie ), Mauriac (que sólo se quiso acostar con ella mientras pensó que era un niño), Camus (que nunca se la comió porque le dijeron que tenía sífilis) y otros artistas como Balthus y el pornófilo de Robbe-Grillet.

Así empezó el ascenso de Sagan con su cara de hermafrodita. Luego comenzó a caer. Derrochó fortunas y escribió. Fue a la cárcel y escribió. Vino a Colombia (en donde casi se muere de sobredosis) y escribió, hasta que colgó las zapatillas a los 69 años mientras vivía de la caridad de sus admiradores y el gobierno estatal intervenía sus derechos de autor como multa por ingresos no declarados.

Ahora me temo que gracias a mí las feministas hayan encontrado una nueva santa sin canonizar. Por eso repito, ninguna heroína fue feminista. Todas ellas se revuelcan en sus tumbas.

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